Hasta anoche, los estadounidenses estuvieron esperando con ansiedad la sanción de una nueva ley de presupuesto del gobierno federal. Esta ley estaba trabada en la cámara baja del Congreso, donde los republicanos, que tienen la mayoría desde el año pasado, exigían ciertos recortes al gobierno demócrata. El gran problema era que, de no aprobarse esta ley, todos los servicios financiados con el presupuesto federal deberían dejar de funcionar (excepto algunos considerados esenciales como la policía, defensa, control del tráfico aéreo, etc.). Peor aun la habrían pasado los habitantes de Washington DC ya que, legalmente, su presupuesto depende del gobierno federal por lo que habrían tenido que suspender sus servicios urbanos y su burocracia. Este tipo de cierre del gobierno federal ya había ocurrido otras veces; la más importante fue durante el gobierno de Bill Clinton y duró tres semanas. También ha ocurrido en gobiernos de varios estados. Finalmente, el acuerdo llegó sobre la hora y no habrá cierre.
Es tremendo el contraste entre esta situación y la argentina, donde vamos por el cuarto mes del año y todavía no tenemos ley de presupuesto. Sin embargo, las reglas del juego son diferentes en Argentina y ante esta situación el gobierno puede seguir funcionando con el presupuesto del año anterior (de hecho, con bastante espacio para modificarlo gracias a los llamados "superpoderes" de la Jefatura de Gabinete). Ningún servicio público se ve afectado.
Es tremendo el contraste entre esta situación y la argentina, donde vamos por el cuarto mes del año y todavía no tenemos ley de presupuesto. Sin embargo, las reglas del juego son diferentes en Argentina y ante esta situación el gobierno puede seguir funcionando con el presupuesto del año anterior (de hecho, con bastante espacio para modificarlo gracias a los llamados "superpoderes" de la Jefatura de Gabinete). Ningún servicio público se ve afectado.
El cierre de la administración Clinton fue atribuido al republicano Newt Gingrich y parte de la prensa le respondió caricaturizándolo como un bebé llorón.
¿Cuál de las dos reglas es mejor entonces? Una primera impresión es que cerrar el gobierno es excesivo y los costos los pagan los ciudadanos y los empleados públicos. Por otro lado, puede ser positivo dar al gobierno y al Congreso fuertes incentivos a cerrar un acuerdo. Esos incentivos están en el hecho de que cerrar el gobierno puede acarrear un costo político importante para los legisladores y creo que eso se vio ayer. Los republicanos utilizaron la amenaza del cierre para recortar todo lo que pudieron del presupuesto y se retiraron conformes. El recorte que lograron es modesto pero significativo por lo que representa una victoria para mostrarle a su electorado. Uno bien podría preguntarse entonces si la amenaza de forzar el cierre es creíble pero creo que los hechos de 1995 y 1996 muestran que en alguna medida lo es.
Un artículo de la revista Foreign Policy cuenta que en ningún otro país se ha registrado un fenómeno como el cierre del gobierno aunque sea técnicamente posible. Además cita el caso de Portugal, donde el reciente rechazo al presupuesto llevó al Primer Ministro José Sócrates a renunciar. Sin embargo, creo que es complicado comparar con un sistema parlamentario donde el Congreso tiene mucho más poder en términos relativos a los sistema presidencialistas y puede remover rápidamente al ejecutivo.
En definitiva, como todo, es un trade-off y la elección seguramente depende del contexto. En un sistema estable, puede ser preferible imponer estos costos para forzar un acuerdo. En una democracia más inestable, tal poder puede significar la sucesiva caída de los gobiernos. El tema de fondo es la importancia de la ley de presupuesto y del balance entre los distintos poderes de gobierno, pero esos son debates para otro ámbito.
Un artículo de la revista Foreign Policy cuenta que en ningún otro país se ha registrado un fenómeno como el cierre del gobierno aunque sea técnicamente posible. Además cita el caso de Portugal, donde el reciente rechazo al presupuesto llevó al Primer Ministro José Sócrates a renunciar. Sin embargo, creo que es complicado comparar con un sistema parlamentario donde el Congreso tiene mucho más poder en términos relativos a los sistema presidencialistas y puede remover rápidamente al ejecutivo.
En definitiva, como todo, es un trade-off y la elección seguramente depende del contexto. En un sistema estable, puede ser preferible imponer estos costos para forzar un acuerdo. En una democracia más inestable, tal poder puede significar la sucesiva caída de los gobiernos. El tema de fondo es la importancia de la ley de presupuesto y del balance entre los distintos poderes de gobierno, pero esos son debates para otro ámbito.
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