lunes, 7 de marzo de 2011

No sos un genio

Esta mañana, alguien en el trabajo comentó que, luego de ayudar a una colega en una tarea no demasiado compleja en la computadora, recibió un halago: ¡Sos un genio!

Pero sin subestimar la inteligencia de mi amigo, no hace falta un genio para hacer lo que hizo. Más aún, él no nació sabiendo cómo hacerlo. Lo aprendió después de varios años en la universidad y otro puñado de tiempo trabajando. Sin embargo, quien recibió la ayuda, no alabó su esfuerzo sino su inteligencia.

En más de una ocasión me he encontrado ante una situación similar y es algo que me molesta. Muchas veces, ciertas tareas que llevamos a cabo en nuestro trabajo u otros ámbitos nos resultan sencillas o rutinarias pero son en realidad el resultado de haber estudiado, en el pasado, cómo hacerlas y haberlas practicado. Su ejecución es el fruto de la acumulación de trabajo pasado y, sin embargo, las hacemos y nos dicen "sos un genio". ¿Para qué me habré tenido que pasar años estudiando si soy un genio? Si a mí me ponen a pilotar un avión, me voy a matar pero ni soy un tonto ni hace falta un genio para hacerlo.


Claro ejemplo de un genio teniendo dificultades al esforzarse

De cualquier modo, esto no es algo premeditado ni malintencionado. Los psicólogos han mostrado que tendemos a sobrevalorar los factores naturales y de disposición de la persona (e.g. es inteligente o talentosa) en detrimento del contexto, la situación y la historia. Además, se sabe que hacemos esto con los demás, pero no tanto con nosotros mismos.

En este caso, el debate nature versus nurture es interminable y me podrán decir que si tendemos a este comportamiento, deberíamos tomarlo con más levedad. Sin embargo, este artículo que leí hace algunas semanas nos cuenta que la forma en la que halagamos a los niños puede afectar profundamente su desarrollo y su tolerancia a la frustración. Aquellos niños que reciben respuestas del tipo "qué inteligente que sos" se dan por vencidos más fácilmente ante la adversidad y reaccionan peor ante el fracaso. Es que entienden que si son capaces de lo que hacen porque son muy inteligentes, entonces evidentemente no son lo suficientemente inteligentes para aquello que no les sale, así que para qué intentarlo. Más aun, tal vez sea mejor no intentarlo desde un principio para no pasar vergüenza. En tanto, los que reciben halagos por su esfuerzo y su aptitud en tareas puntuales, muestran mayor predisposición a mejorar en aquellas en la que aún no son buenos.


¿Talento o miles de horas practicando juegüitos? ¿O ambas?

Así que a tener más cuidado con cómo nos halagamos unos a otros. Sobreestimar los dones de una persona implica necesariamente subestimar su esfuerzo y eso no es bueno.

"En fin, ya ves: la inteligencia es una parte del asunto. Pero la inteligencia sin voluntad no puede ir muy lejos."
Guillermo Martínez en Acerca de Roderer
(cita ya mencionada)

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